Los peligros del periodista al cubrir la guerra en Ucrania

Desde que el primer soldado ruso puso un pie en territorio ucraniano el pasado 24 de febrero, los medios de comunicación de diversos países han destinado corresponsales en busca de la última noticia del conflicto. Estos periodistas abandonaron su vida cotidiana, su familia y todo lo conocido para embarcarse en un trabajo que les pone en riesgo y que puede llegar a costarles la vida. Se han convertido en los ojos y oídos de lo que sucede en cada contienda en la que se enfrentan los dos ejércitos, en la voz de las víctimas y en los espectadores del mayor conflicto internacional de los últimos años.

Pocas son las experiencias periodísticas que exigen tanto o sean tan traumáticas como la cobertura de esta guerra. Las acciones de Vladimir Putin, el avance del ejército ruso o la nueva ley de prensa que prohíbe a los medios cubrir el conflicto son solo algunas de las dificultades con las que se encuentran los periodistas en Ucrania.

Los problemas de seguridad, a pesar de ser el mayor problema al que se enfrentan los periodistas es tan solo uno de sus desafíos. Los bajos salarios que reciben, la falta de crédito, la escasez de recursos y los efectos psicológicos son las mayores dificultades con las que lidian estos reporteros.

Problemas de seguridad

Según Reporteros Sin Fronteras (RSF) son ya 5 los periodistas muertos y 35 los heridos en los 40 días que lleva iniciada la guerra entre Rusia y Ucrania. Los reporteros que cubren dicho conflicto se ven obligados a llevar equipamiento para garantizar su propia seguridad, chalecos antibalas, cascos, botiquines sanitarios, todo ello etiquetado con la palabra “PRESS” para notificar a los ejércitos de ambos bandos que son personal civil, no militar, que no son o no deberían ser un objetivo al que abatir. A pesar de ello, algunos reporteros como fue el caso de Oksana Bulina, que murió por el ataque de un dron, parecen ser targets para los soldados rusos.

Pero, no solo los periodistas parecer estar en el radar del ejército ruso sino también sus familiares. Secuestros, amenazas de muerte o desapariciones de familiares son lo que pueden experimentar los periodistas mientras informan de lo que sucede en Ucrania. La reportera Svitlana Zalizetska notificó el secuestro de su padre, de 75 años en la ciudad de Melitopol por parte del ejército ruso, que pedía información privilegiada para sus soldados rusos a cambio de la liberación. Afortunadamente, la periodista se negó y su padre fue liberado.

Este no fue un caso aislado, otros reporteros han sido tomados forzosamente de su hogar, como fue el caso de Viktoria Roshichina, que desapareció durante 10 días. La soltaron cuando accedió a grabar un vídeo en donde, obligada, decía que los soldados rusos le habían salvado la vida. El Kremlin también hace uso de las redes sociales para acosar a los informadores del conflicto. Anastasia Volkova, del canal LOT TV descubrió su información personal (teléfono móvil, dirección, datos del pasaporte) puestos en internet junto con un mensaje que pedía que se la castigara por criticar el Gobierno de Putin.

También los medios de comunicación per se han padecido escenarios similares. Solo 4 días después del inicio de la invasión rusa el ejército ruso entraba por la fuerza en el edificio donde se encontraban el canal de televisión Youg TV, el periódico Berdianskiye Vedomosti, y la emisora de radio Novosti Berdiansk. Los soldados rusos se apoderaron de estos medios mientras sus empleados estaban siendo retenidos como rehenes.

Salarios indignos

Mientras se dedican a cubrir la guerra en Ucrania, los periodistas deben tener en cuenta en todo momento la logística al desplazarse por la zona: dónde dormir, comer, cómo transportarse, cómo enviar la información al medio para el que trabajan…y todo esto tiene un coste que supuestamente cubre la emisora, cadena de televisión o medio escrito para el que el reportero trabaje. Pero en algunos casos estos periodistas son freelance que se desplazan a la zona en guerra con la esperanza de que algunos medios los contraten. El problema con el que se encuentran estos freelance es el pequeño sueldo que los medios están dispuestos a pagarles.

“Tienes que poner tu dinero donde está tu boca. No merecemos menos de lo que reciben los profesionales de los medios en su propio país. No deberíamos aceptar menos” señala Vicente Calderón, periodista internacional independiente.

Otros informadores que ven su cómo su trabajo está infravalorado son los reconocidos “fixers”, ayudantes de los periodistas que les proporcionan información y los acompañan durante su periplo por las zonas de peligro, poniendo ellos también en riesgo. Su labor es fundamental para los medios y en ocasiones no perciben lo que deberían por ello.

“Si los medios no están dispuestos a pagar por esto y solo quieren aprovecharse de ti, entonces eso es todo, finito. Al final del día, este es el mes en el que puede ganar algo y es posible que nunca vuelva a suceder, por lo que debe recibir el pago adecuado”, explica el periodista londinense Vudi Xhymshiti.

Traumas psicológicos y recuerdos perturbadores

Los estragos de la guerra los sufren las víctimas del conflicto, la población civilla población civil que no puede escapar a tiempo y se ven en medio de los dos bandos sin tener la capacidad de resguardarse apropiadamente durante los escarceos, los bombardeos o las explosiones. Sus familiares, que los ven a través de la pantalla, pensando en lo que estarán padeciendo, si seguirán vivos al día siguiente o si algún día podrán volver a reunirse. Por otro lado, están los equipos médicos, los voluntarios, bomberos o incluso los mismos soldados que se ven obligados a combatir, todos ellos también deben soportar las miserias y desgracias de la guerra. Pero, hay otro grupo, al que pocos hacen referencia, los periodistas. Los periodistas se quedan en el terreno, informando sobre todo lo que ocurre, pero también viendo lo que ocurre. Ven con sus ojos los muertos, los heridos, los desplazados, las ciudades abandonadas o destruidas y están solos ante estos escenarios, sin ningún escape para sus emociones.

“Nunca dormí en una cama una noche entera, siempre me despertó un bombardeo. En Ucrania dormía vestida porque todas las noches había que bajar al refugio. En Kiev comenzaba a escasear la comida, así que creo que adelgacé un poco. En uno de los destinos solo teníamos el desayuno, así que con mis colegas juntábamos quesos, latas de atún, algo de jamón para comer” explica la periodista Elisabetta Piqué.

Carolina Amoroso, otra periodista señala que “Una cobertura de este tipo te trastoca el poder domir y comer ordenadamente".”.

Los periodistas, fotógrafos, fixers, todo el equipo periodístico que están ahí fuera ven las crueldades de este conflicto y después llegan a sus países, a sus casas, con sus familias y deben procesar por su cuenta todo lo que han vivido y en algunos casos han de buscar ayuda psicológica para superar los traumas tolerados durante su corresponsalía.

El periodismo, ciertamente, es una práctica que intenta estar al servicio del público, ofreciendo información de calidad, actualizada, con rapidez, pero tiene que comprenderse que a veces el costo de esta información es más alto de lo que uno podría estar dispuesto a aceptar o del que uno puede recuperarse.

Con todo lo anterior, no es de sorprender, que pocos sean los valientes e intrépidos que se atrevan a especializarse en periodismo de guerra, por lo que debería dárseles mucho más crédito de lo que reciben. Algunos gobiernos, ante esta perspectiva, han empezado a poner en valor la gran labor que estos periodistas realizan.

La portavoz del Ejecutivo español, Isabel Rodríguez le dedicó al personal periodístico destinado a Ucrania unas palabras de “recuerdo, afecto, cariño y reconocimiento” señalando que son ellos los que “aportan la información necesaria para conocer con veracidad qué es lo que está ocurriendo sobre el terreno”.

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